lunes, 8 de agosto de 2011

Picaresco sonido del amanecer callado.

Permanezco suspendida viendo
la calurosa sombra del lápiz
rozando el ruido citadino,
tocando los muros violentos.

Un par de manotadas que me aturden
y mil ruegos que me juran
estar celebrándome.

El calmado viento urbano
y la lluviosa aurora de las que
finalmente puedo hablar,
que por fin puedo ver
sin torcer la mirada
o callar la vista

Que bueno, que frío más cálido,
que lejanía tan placentera que más me acerca,
por un regreso doloroso, humillante.

Que amor, que amor.

Por un minuto de su amor.

1 comentario: